¿Es que acaso seremos muy lindos los chilenos que tenemos una ciudad cada día mas “Manhatizada”, “Miamizada” con edificios llenos de espejos como si hubiera algo lindo que mostrar? Todavía me veo sentado en la Plaza de Armas mirando hacia la parte de arriba de los edificios con gárgolas y ángeles guardianes, nombres con fechas que cumplirían años en el bicentenario y la roña del smog y de los orines en los rincones de los extranjeros y los borrachos del sector.
Al menos no soy para nada chico y puedo sentarme en las bancas flexionando las piernas y no como la mayoría de la gente a la que miro y que queda en las bancas modernas con las piernas estiradas y las rodillas sin doblar (como dice Lafourcade) como muñeca.
Y es que mi ciudad está cambiando, lo sentí desde el día en que giraron a don Pedro de Valdivia para que pareciera que viene entrando a la plaza y no huyendo de ella, cuando los zorzales, que se ven en otros lugares como el Parque los Reyes o sobre el mismísimo cerro Santa Lucía, desaparecieron y ya son remplazados en su totalidad por las palomas y los gorriones, sí, esos mismos que trajeron los españoles para recordar su “querida tierra” y que se devoraron las aves nativas, aunque es comprensible tomando en cuenta que los indígenas atacaban sus gallineros y los quemaban, solo era posible tener palomas para almorzar (¡puaj! Que asco).
Tal vez lo soñé y nunca lo viví, vengo de una generación en que mataban mas carabineros que ahora, en que los que pensaban distinto debían esconderse, en que el sueño de una democracia era esperanzador y se sentía que todo iba a mejorar, ahora solo queda esperar que la niña que se pone delante de mi en el metro me deje entrar.
Solo me quedo con esta imagen, una niña que duerme entre el tumulto, es lo único que me da esperanza para fantasear con que el cambio es para mejor, aunque lo dudo…
(10/11/2007, "la gente me da sueño")
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