27 de abril de 2008

Relato para un Mártir

27 de abril, día del Carabinero, quizá la mejor fecha para poner este escrito, un poco viejo, pero con la memoria vigente no hay nada que se olvide...

Hoy quería escribir sobre como en un país de gente de poca estatura se les ocurre hacer las bancas de la plaza de armas, en que todos quedan con las piernas sin flectar, sentados como muñeca en la madera llena de caca de paloma... pero tengo pesar.

Anoche se cortó la luz debido a las protestas, solo oía perros que ladraban, gracias a dios, no vivo en un barrio muy violento, los vecinos intentaban moverse por sus casas con velas y linternas, de pronto algunos disparos(¡¡y eso que no es violento!!), los perros ladran mas fuerte y desesperados, en mi casa había una linterna pero yo, lo único que tenía con energía eléctrica era mi celular y el mp3; si hasta el módem que se supone dura 2 horas sin energía, se apagó.

En la calle no había ninguna posibilidad de ver a un carabinero, la mitad estaba en la moneda y el resto repartido por las poblaciones periféricas, pasa el tiempo y como a las once de la noche, intento sintonizar una radio que informe sobre lo que ocurre, caigo en la Bio-Bio, informe tras informe sacan lo que está pasando en la capital, de pronto y sin prepararme para el puñal, transmiten una grabación que me dejó sin alma "desalojen, desalojen! un capa ha caido" y un oficial de mando que repite con voz desesperada causándome angustia. "Evacúe la zona inmediatamente!, repliéguense!, repito; ¡¡evacúe la zona!!", repiten detalles de como sacan al Cabo Vera del lugar con una bala en la cabeza que ya le había pulverizado parte del cráneo, y que seguía con vida porque el maldito metal no había tocado la parte de su cerebro que controla nuestra motricidad pulmonar, él, seguía respirando.

La avidez de venganza me recorre, sigo escuchando cada detalle con importencia, "es trasladado al hospital de carabineros" y aprieto los puños, veo como se rompen los veinte años sin asesinos escupiendo en un once de septiembre, y pienso en la familia y en la vida que me tocó vivir.

Luego una bomba se sintió cerca de mi casa y llegó un silencio árido, seco, los perros se silenciaron y sentí, por un segundo, el prólogo y el épilogo de la vida, quería llorar de rabia, tal como cuando niño me castigaban injustamente, pero siendo hombre la rabia es mayor.

Trato de dormir sin llorar, pero no puedo, en el hospital, el carabinero es conectado a una máquina para seguir con el absurdo, ¿sus hijas estarán mirando el cielo? ¿estarán viendo como despega el alma del mártir?, pero no hay estrellas, el humo de los incendios nubla hasta la felicidad mas dulce y con la vista pegada en el moho que solo se ve con los míseros rayos de luna que logran atravesar la espesa capa negra del cielo, me duermo.

En la mañana todo es paz, la luz vuelve, y el capa caido deja de ser un robot mecánico y se separa su cuerpo para recorrer un camino final con honores, me parece sentir la banda con el patético tono desde que entra la madera al recinto, y el último sonido, como el que aquella noche me hizo pensar en mi vida, ahora será de fusiles al cielo, impulsando su alma con aureola de casco y alas en vez de un pesado e inútil chaleco antibalas.

Mis condolencias a su familia, me sumo al pesar de mi país, no quiero que se instale este dolor , aunque esta mugre de franja que se cae del mapa al mar, parezca una espada, me avergüenzo de mi tierra.

Dénme un arma para vengar, pero eso solo lo piensa el subconsciente, solo puedo pensar en Martin Luther King para calmarme: " La reacción en cadena de la maldad – odio engendrando odio, guerras produciendo más guerras – debe ser rota, o nos hundiremos en el abismo de la aniquilación.”

Por ahora solo un miserable sentimiento que me lleva a un pesar irreconciliable con la paz.

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